EL PEZ-POLLO

Pezpollo es como llaman los críos en las guarderías a un tipo de nuggets a veces de carne, a veces de pescado, pero siempre bajo la forma de figuras de animalitos: un pez, un elefante, un león, etc.

Coincidió Su Señoría en el tren dirección Barcelona con un grupo de personas que estaban muy preocupadas por el rebrote de la encelopatía espongiforme, conocida coloquialmente como enfermedad de las vacas locas, y dudaban de si en tantos años consumiendo vacuno podrían o no haber desarrollado la enfermedad.

¿Usted que opina?, dijo uno de los pasajeros dirigiéndose al juez sustituto.

Bueno, en casa éramos siete de familia y el sueldo de mi padre no daba para entrecots, así que es un tema que dudo mucho pueda afectarme.

La encelopatía espongiforme o enfermedad de las vacas locas se diagnosticó por primera vez en humanos en Papua Nueva Guinea y, resumiendo al máximo, se produce cuando se comen cosas ajenas a nuestra cadena alimenticia natural; así, de la misma manera que un león se alimenta de carne y no de hierba, una vaca no debe alimentarse de restos de otras vacas, aunque estos restos hayan sido convertidos en harinas cárnicas, luego mezcladas con el pienso.

Dicen las crónicas que en el s. V a.c. Jérjes, rey de reyes, mandó reunir, para que debatieran ante él sobre sus distintos usos y costumbres, delegaciones de los dos pueblos más extremos territorialmente del Imperio Persa y  más distantes culturalmente, sobre todo en ritos funerarios. A un lado frente al Gran Rey se sentó una representación de los griegos de las colonias, al otro lado se sentó una representación de los indios, (el imperio persa llegaba hasta el río Ganges). Los griegos incineraban a sus muertos, los indios se los comían.

Dijo Jérjes a los griegos: ¿Por qué no probáis de comeros a vuestros muertos como hacen los indios. Los griegos se escandalizaron: «Gran Rey no nos pidas eso, es un acto repugnante que los dioses no verían con buenos ojos».

Dijo Jérjes a los indios: ¿Por qué no probáis de incinerar a vuestros muertos como hacen los griegos?. Los indios se escandalizaron: «Gran Rey, es muy desagradable lo que nos estás pidiendo, eso sería un desprecio enorme hacia nuestros parientes y los dioses nos castigarían por ello».

¿Curioso verdad?, de esto sólo hace 2.500 años nada más. A todos nos parece como si estuviésemos ya hoy a años luz de estos tipos de banquetes funerarios, sin embargo, esa costumbre de zamparse a sus familiares muertos, hasta rechupetear los huesos,  ha existido (y secretamente se siguen dando casos) en Papúa Nueva Guinea, de ahí el descubrimiento de la encelopatía espongiforme. Aquí con cada familiar muerto se hacía un gran festejo y el fallecido era asado y se daba de comer a las mujeres y niños; los hombres sacrificaban un cochino y lo comían aparte. Le ha costado mucho al gobierno de ese país erradicar, y no lo ha conseguido del todo, ese ancestral acto de amor familiar a los difuntos.

A Su Señoria, siendo crío, le gustaban mucho los huevos fritos con patatas fritas, bueno, aún le siguen gustando, simplemente los come menos, pero de niño era un plato muy socorrido, con patatas y pimientos fritos, o con patatas y cebolla o ajo fritos, con unas gotas de vinagre son riquísimos mojando pan.

¿Alguien se imagina un mundo sin patatas fritas?. ¡Que horror!.

El tema es que en un momento dado el crío empezó a quejarse a su madre de que los huevos fritos sabían a pescado, a pescado, tal y como suena. Naturalmente la madre decía que eso eran invenciones del niño, que ¿cómo iban a saber a pescado los huevos fritos?. Que eso era imposible, que ella nunca usaba el aceite del pescado ni para la carne, ni para hacer los huevos fritos, ni siquiera para freír las patatas.

Pasaron algo más de 30  años y el crío se encontraba como Magistrado-juez sustituto en un Juzgado de 1ª Instancia de Barcelona y como buen juez sustituto, ese día, tras el debate de los pasajeros del tren sobre el rebrote del tema de las vacas locas, le tocó resolver un marrón atrasado de 11 tomos, de un mayor cuantía de los antiguos, que resolvió de una manera rauda y veloz: se leyó  e hizo un esquema del tomo I, donde  estaban la demanda y la contestación a la demanda, luego de un tomo intermedio donde estaban la  réplica y la dúplica y finalmente del tomo XI donde estaban los escritos de resumen de pruebas, y en un par de días sentencia puesta y  asunto ventilado.

Y ¿qué tiene que ver un mayor cuantía de 11 tomos con las vacas locas?

Quizás con las vacas locas poco directamente, pero con los huevos fritos mucho muchísimo.

El litigio era entre una multinacional nórdica y su filial ibérica. En los fríos mares de Noruega hay en abundancia grandes bancos de un tipo de pez que se utiliza para la fabricación de harinas de pescado, harina de pescado que mezclada con piensos servía y sirve para la alimentación de animales de granja, como p.e. las gallinas.

Bien, ¿y de los huevos fritos qué?.

Pues eso, que las gallinas y los pollos  eran sobrealimentados con piensos a base de harinas de pescado y en autos constaban varios peritajes que aconsejaban a la dirección de la empresa reducir el porcentaje de harina de pescado que se mezclaba con el pienso de las gallinas y los pollos,  porque los huevos de estas gallinas y la carne de estos pollos sabían más a pescado que a otra cosa.

Vaya, aquel niño, que se quejaba a su madre de que los huevos fritos sabían a pescado, tenía ahora en sus manos la prueba fehaciente (los peritajes y la decisión de la empresa) de que efectivamente los huevos fritos sabían a pescado porque las gallinas y los pollos de granja estaban siendo sobrealimentados con harinas de pescado y los pollos no eran pollos sino auténticos pezpollos, haciendo verdad el dicho que afirma que somos lo que comemos.  

Y parece ser que en parte es así.

Por Antonio