EL hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra.

Sí, efectivamente, han vuelto, ya están otra vez entre nosotros. Habían desaparecido de nuestras calles, eso parecía pues durante 10 años se vieron sus antiguos locales cerrados y en traspaso pero, cual hongos en otoño, han vuelto, los finqueros han vuelto con más fuerza, incluso han copado pequeños y grandes locales y por toda la ciudad se vuelven a ver listados y fotografía de inmuebles en venta.

Como diría el gran Peret. «no estaban muertos, que estaban tomando cañas».

Tras la crisis pasada, con la reforma de la Ley Hipotecaria, los requisitos para obtener un crédito hipotecario (una hipoteca) se han endurecido en previsión de que no vuelva a pasar lo que pasó, lo cual tiene como contrapartida que no se darán hipotecas con la alegría del período anterior y una parte de la población, la menos solvente crediticiamente queda fuera del mercado hipotecario.

Hasta la ley hipotecaria y la ley de propiedad horizontal de mediados del siglo pasado lo normal en las ciudades en general y en Sabadell en particular, era que la gente viviese de alquiler. La ley de arrendamientos urbanos de 1964 y anteriores eran muy favorables a los inquilinos, sobre todo en la llamada prórroga forzosa, ello no evitó que los años setenta fuesen los años de acceso masivo de las clases populares a la vivienda en propiedad y, en no pocos casos, a la segunda residencia.

En 1986 Barcelona es designada para acoger las Olimpiadas de 1992, siendo a partir de ese año de 1986 cuando sin prisa pero sin pausa empieza a subir el precio de la vivienda y el alargamiento del plazo de amortización de hipotecas hasta llegar al «ladrillazo», una crisis que duró diez interminables años y que ha supuesto que en el tema de la vivienda y en tantas otras cosas, durante muchos años las cosas no volverán a ser lo que fueron.

Para saber donde estamos es conveniente primero saber de dónde venimos.

Venimos de un sistema previo y posterior a la guerra civil donde lo normal era el arrendamiento y el subarriendo, sistema que se mantuvo prácticamente hasta la entrada en vigor de la Ley de Propiedad Horizontal, a partir de la cual la gente pudo acceder a la vivienda en propiedad, ya fuera en el mercado libre , ya en la protección oficial, situación que se mantuvo durante un período aproximado de 25 años. Quien en los años 70 no fue propietario de su vivienda fue porque no quiso, algo parecido ocurrió con las segundas residencias.

En Rambla de Sabadell, año 1984, obra nueva, piso de 105 metros cuadrados, 7.500.000 pesetas (45.000 euros). Era dinero, pero no tanto que no pudiera liquidarse la hipoteca entre 5 o 10 años, muy lejos de los 30 y 40 años actuales.

Para finales 1988, la revalorización de pisos había llegado a casi un 300 % más de lo que valían tan sólo un año antes, grandes plusvalías que aprovecharon los muy informados que sabían que el Eix Macìà, ya proyectado pero no construido, revalorizaría al alza todos sus alrededores.

Y a partir de ahí la locura y el «ladrillazo», en el que si bien las culpas no son iguales, casi nadie puede decir que esté libre de pecado.

En la actualidad ya vemos como estamos, el acceso a la vivienda en propiedad se hace complicadísimo si previamente no eres propietario y hemos vuelto en este tema a situaciones que no se veían desde la postguerra, el subarriendo, el piso alquilado por habitaciones, con escasas esperanzas de mejora.

Para hacer un acercamiento aproximado a cómo se forma el precio de la vivienda, pondré como ejemplo el negocio del automóvil, todo el mundo sabe que un coche por caro que sea tiene un precio franco fábrica ( al salir de fábrica) equivalente a las 2/3 del precio que el comprador paga por él en el concesionario, es decir hay una tercera parte del precio que son impuestos y tasas, y en menor grado transporte.

Con una vivienda pasa algo parecido, prácticamente 1/3 o más del precio del piso se lo llevan los impuestos, los gastos de escrituración y registro, la comisión de los finqueros. Y no olvidemos el famoso tres per cent , que suele ser mucho más, que previamente el promotor ha de satisfacer al politiquillo de turno, algunos sin empacho se justifican diciendo que la democracia es cara y ha de financiarse de alguna manera.

No entro aquí en el tema del proceso constructivo donde nunca como ahora los materiales de construcción han sido más abundantes y económicos; y en cuanto a la mano de obra, también ha bajado de precio, cualquiera puede ver que la construcción de un edificio hoy es lo más parecido a lo que debió de ser en su día la construcción de la Torre de Babel, por la variedad de naciones y lenguas que en el mismo intervienen, trabajadores extranjeros con condiciones laborales que los trabajadores europeos ya no aceptan, y ello en una ciudad que declara tener 20.000 parados.

Quiere esto decir que podríamos abaratar el precio de la vivienda en un tercio o seguramente más. Pues con un poco de imaginación y honradez creo que sí.

Por Redacció