La reacción bélica de Israel, como contundente respuesta militar cruenta e implacable al salvaje incursión terrorista en territorio israelí perpetrado por la organización terrorista Hamás hace seis meses que se saldó con más de 1.200 asesinatos y 400 secuestros es devastadora.

La invasión del ejército israelí, sus constantes bombardeos, han causado más de 33.000 muertos civiles palestinos, más de 75.000 heridos, la mayoría de ellos, mujeres y niños, y 1,7 millones de desplazados forzosos, y a ello se suma la inclemente imposición de un inhumano asedio hambruno.

A la terrible inseguridad física que sufren los refugiados por la permanente exposición a indiscriminados bombardeos e incursiones terrestres, la indefensa población civil, inocentes niños, adolescentes, mujeres y ancianos, que sobreviven en miserables e infrahumanas condiciones, se añade la condena a muerte por inanición, con secuelas por desnutrición infantil irreversibles. Como se ha afirmado, se trata de un castigo colectivo injustificable aplicando una metodología medieval del que es responsable directo Netanyahu.

Y, todo ello, remachado por el asesinato -por mucho que se pretenda edulcorar con toda clase de eufemismos -de siete voluntarios solidarios y altruistas cooperantes de la ONG, World Central Kichen que se dirigían en un convoy humanitario perfectamente logotipado y con itinerario preestablecido, a dar de comer a quienes se hallan en situación desesperada.

Una guerra que se alarga y que está teniendo un alto coste político y diplomático para Israel y su imagen internacional.

Organizaciones Internacionales, como la OTAN y Amnistía Internacional, sostienen que han reunido pruebas de la vulneración del derecho internacional humanitario, de la posible comisión de crímenes de guerra.

Y lo más miserable es que se esté utilizando por Netanyahu, por su evidente su debilidad política, esa guerra, como herramienta de uso personal, al esperarle un inquietante horizonte de juicios por corrupción que podrían condenarle a prisión.

El mundo asiste impertérrito a este conflicto que no cesa con imágenes de masiva destrucción que nos interpelan sobre una crueldad insoportable.

Se pone en tela de juicio la capacidad de la Comunidad Internacional para presionar a Israel, imponerle un alto el fuego y dejar de venderle armas.

José María Torras Coll

Sabadell

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