POR UNA VEJEZ DIGNA, RESPETADA Y RESPETABLE.

El legislador se ha ocupado y preocupado de normativizar la problemática de los menores y adolescentes en riesgo, de la gravísima lacra social de las mujeres maltratadas, de la violencia de género, de la llamada violencia intrafamiliar, de la situación de los discapacitados, de colectivos discriminados por su orientación sexual, etc. Sin embargo, no se ha acometido una protección integral de la vejez, dando desarrollo al mandato constitucional del art. 50 de la Carta Magna que impone a los poderes públicos, además de garantizar unas pensiones adecuadas y periódicamente actualizadas, la suficiencia económica durante la tercera edad y promover su bienestar a través de servicios sociales que atiendan sus problemas específicos de salud, de vivienda, cultura y ocio.

No cabe duda que el paulatino envejecimiento de la población española constituye uno de los principales desafíos de nuestro tiempo. A ello contribuye el incremento de la esperanza de vida, merced a los extraordinarios avances científicos, médicos y tecnológicos, y, también, incide la caída de la natalidad, con el descenso de la tasa de fecundidad que causa estragos demográficos.

La maternidad tardía es un hecho notorio. Se tienen pocos hijos, cada vez menos. Abunda la familia nuclear y aumentan los hogares unipersonales. Por diversas razones, laborales, estudios, etc. las familias se disgregan y los hijos se hallan muchas veces lejos, distantes, geográficamente, de sus ancianos padres cuando más requieren la atención de terceros.

Debe tomarse conciencia del llamado envejecimiento activo, es decir, del proceso en el que se optimizan las oportunidades de salud, participación y seguridad, a fin de mejorar la calidad de vida de las personas que envejecen.

Todas, todos, inexorablemente, estamos indefectiblemente abocados a la vejez. Es ley de vida.

Por ello, y, por dignidad y respeto a quienes han construido el presente y nuestro futuro, debemos tomar conciencia de dicha problemática, previniendo y evitando el abuso y el maltrato a los ancianos. Debe erradicarse la discriminación hacia los mayores. Terminar con el edadismo.

Superar estereotipos y connotaciones negativas en torno a las personas de la tercera edad. No debe considerarse a la persona de avanzada edad como un ser improductivo que ya nada o poco puede aportar a la sociedad. Como si fuese un estorbo.

Cotidianamente asistimos a episodios de personas mayores en situación de vulnerabilidad y de dificultad. Verbigracia, para el uso de los servicios bancarios, cada vez más digitalizados, para la contratación de servicios indispensables para la subsistencia, gas, luz, electricidad, seguros, reparaciones domésticas, trámites que muchas veces resultan complicados y farragosos. Y lo más relevante, la enorme brecha digital que desplaza a los ancianos más vulnerables y con menor formación.

Por ello, es menester abordar, cuanto antes, una ley de protección integral de las personas mayores, de los ancianos, al objeto de procurarles un entorno favorable, protegido, sociable, con acompañamiento, evitando su soledad indeseada. Residencias geriátricas que no se conviertan en centros de reclusión. Que ofrezcan servicios adecuados, higiénicos, sanitarios, alimentación, etc. Prestaciones por dependencia de aquellos que lo precisen. Ayudas a domicilio para quienes aún mantengan cierto grado de autonomía e independencia. Y para ello, obvio es decirlo, dotar de partidas presupuestarias a las administraciones públicas. Convendrán que es un tema prioritario. Que nos concierne a todos.

No debemos dejar solos, a su suerte, a los ancianos. Es un cargo de conciencia colectiva.

José María Torras Coll

Sabadell