Ahora que la pandemia parece que está ya controlada, es necesario mirar hacia atrás y ver cómo la ficción se adelantó en 40 años a la realidad.

Dean Koontz, nacido el 9 de julio de 1945 en Estados Unidos, tuvo una niñez de maltrato por parte de un padre alcohólico, hecho que tuvo mucha influencia en su posterior carrera como escritor, al igual que el coraje de su madre al defenderle. De joven se había refugiado en la fe católica para escapar de sus problemas familiares, afirmando años más tarde que ve al catolicismo como una forma de fomentar «la alegría por el don de la vida»

En su paso por la universidad ganó un premio literario patrocinado por la revista Atlantic Monthly y, tras graduarse en 1967, empezó a trabajar como maestro, dedicando su tiempo libre a la creación de su primera novela, Star Quest, publicada en 1968. A partir de entonces, Koontz inició su carrera como escritor de obras de ciencia ficción. .​

Durante la década de 1960, Koontz trabajó en una iniciativa federal de ayuda a niños menos favorecidos, el proyecto «Appalachian Poverty» , del que años después afirmaría que dicha iniciativa parecía noble al principio, pero que poco tiempo después descubrió que los fondos no se usaban en su totalidad para ayudar a la infancia: «Me di cuenta que la mayoría de estos programas no están destinados a ayudar a nadie, sino simplemente a controlar a las personas y hacerlas dependientes. Me vi obligado a reconsiderar todo lo que una vez creí. Desarrollé una profunda desconfianza hacia el gobierno, independientemente de la filosofía del pueblo en el poder. Seguí siendo liberal en cuestiones de derechos civiles, me convertí en un conservador en materia de defensa y en un semilibertario en todo lo demás».​

En la década de 1970, Koontz dejó a un lado la ciencia ficción para escribir novelas de terror y misterio, y en 1980 obtuvo un reconocimiento comercial importante con su novela Whispers, que superó los dos millones de ejemplares vendidos,

En su obra «Los ojos de la oscuridad», Koontz, nos releva una visión profética, siendo sorprendente e inquietante la correspondencia de fechas y hechos narrados con la realidad acaecida 40 años después, con el Covid-19.

En «Los ojos de la oscuridad» se nos narra, con 40 años antelación, como a finales de 2019 es liberado un virus mortal, un arma biológica , llamada «Wuhan-400», «Wuhan» por su comienzo en la ciudad china del mismo nombre y «400» porque es diseñado a partir de una cepa de más de 400 microorganismos creados de manera artificial.

La novela, que fue publicada en 1981, sitúa la acción sobre el año 2020 y trata sobre una pneumonía provocada por un  virus que habría sido creado en laboratorios militares por parte del partido comunista chino como arma biológica para el caso de guerra (en 1981 el mundo estaba en plena guerra fría, la URSS había invadido Afganistán; el Imán Jomeini había provocado la revolución islámica, e Irán e Irak gastaban los ingentes ingresos provenientes de su petróleo en una guerra de desgaste que duró diez años).

Los creadores de Wuhan-400 lo denominan el arma perfecta, sólo afecta a los humanos y no puede sobrevivir fuera del cuerpo, lo cual significa que no puede contaminar permanentemente objetos o lugares, permitiendo la ocupación del territorio rápidamente una vez eliminado el enemigo.

El virus Wuhan-400 es sumamente infeccioso, toda persona se contagia a las cuatro horas de entrar en contacto con el virus y nadie sobrevive más allá de 24 horas. Nunca se pudo encontrar una vacuna o un antiviral que fuera efectivo y el virus desapareció inesperadamente de la misma manera que vino, pero volvió mutado diez años después y tras causar estragos desapareció para siempre.

El brote en 2019 del coronavirus, COVID-19, descubierto en humanos en Wuhan, hizo que algunos lo relacionasen con el arma biológica descrita en la novela, la cual se llamaba originalmente Gorki-400 pero se rebautizó en 1989 como Wuhan-400, probablemente debido al final de la Guerra Fría.

Tras el primer confinamiento en marzo de 2020, muchos intentaron comprar este libro pero, estaba descatalogado, sólo se encontraba de segunda mano y a precios muy altos, habiéndose llegado a pagar por algún ejemplar en buen estado cerca de 3000 euros.

Como tantas veces, la ficción se adelantó proféticamente a la realidad.

Por Antonio