LA CULTURA DE LA POBREZA.

Cultura de la pobreza es una definición, un concepto, elaborado por Oscar Lewis, antropólogo norteamericano, definición que es ampliamente utilizada tanto en textos científicos como políticos, donde se considera a la pobreza como algo cultural, una subcultura vigente en el actual imaginario tanto social como político y académico.

Lewis  busca  analizar el proceso de construcción social del concepto «cultura de la pobreza» y las lógicas que subyacen en la elaboración del mismo, así como los mecanismos que perpetúan la pobreza y las repercusiones que estas construcciones han tenido para las Ciencias Sociales.

El estudio de la pobreza como construcción social puede aportar muchas claves
para entender cómo determinadas ideaciones se han utilizado para
justificar ciertas relaciones de desigualdad.  Se hace necesario, por
tanto, separar la pobreza en sus distintos elementos con el fin de proponer
nuevas miradas sobre la misma que permitan un adecuado entendimiento de su complejidad.

Dentro de esta teoría social de  la cultura de la pobreza como concepto antropológico,  Lewis realizó  entre 1961 y 1966 su acercamiento a la misma   mediante el estudio de los problemas de la gente que vive en guetos de chabolas y barrios urbanos, especialmente Lewis describió la vida de los pobres de las ciudades de México, Lima y Nueva York, llegando a la conclusión de que la pobreza o subcultura de la pobreza es un estilo o modo de vida con sus propias estructuras y razones, que se transmite de generación en generación a través de la socialización familiar.

Esta subcultura de la pobreza manifiesta, a criterio de Lewis, unas características básicas,  que son:

El odio al gobierno y a la policía.

La desconfianza hacia el gobierno.

Cierto cinismo frente a la Iglesia.

Así como una fuerte orientación a vivir el presente unido a una escasa o nula planificación del futuro.

Mantiene Lewis que, hasta cierto punto, la cultura de la pobreza constituye una respuesta racional a unas condiciones objetivas de impotencia, con la peculiaridad de que una vez que surge la cultura de la pobreza,  la misma suele perpetuarse pasando de padres a hijos, con lo cual las nuevas generaciones no están psicológicamente preparadas para aprovechar todas las oportunidades de progreso que puedan aparecer en el transcurso de sus vidas.

Lewis concluye en su estudio que solo un 20 por ciento de los pobres urbanos tienen en realidad la cultura de la pobreza, y que el 80 por ciento restante simplemente viven bajo condiciones infraestructurales pero sin estar condicionados por los factores psicológicos que encierra la cultura de la pobreza.

Este concepto de cultura de la pobreza expuesto por Lewis, ha sido objeto de fuertes críticas por parte de otros antropólogos,  que mantienen que, socialmente, atribuir la pobreza a valores de los que cabe responsabilizar a los mismos pobres es una manera de tranquilizar la conciencia.  Sin embargo,  esta tendencia a culpar a los mismos pobres de su situación no es una idea privativa de los miembros de las clases medias y altas; los mismos pobres son a menudo defensores del punto de vista de que si una persona realmente quiere trabajar siempre encontrará algún empleo.

A diferencia de Lewis, para el antropólogo Marvin Harris, esta forma de entender el mundo demuestra escasa comprensión de las condiciones político-económicas que hacen la pobreza inevitable para algunos, porque lo que hay en realidad es un sistema de manera que no es correcto apreciar la pobreza como fallos, motivos u opciones personales de los propios pobres.

EL LIBRE ALBEDRÍO.

En el poema, décima o espinela de Antonio Machado, bien conocido de todos «se hace camino al andar», hay que tomarlo como lo que es, un bello poema de esperanza individual, que cada cual puede mirar de adaptarlo o no a sus circunstancias.

Sin embargo, la realidad, algo que importa poco a los poetas, es bien distinta, la cosa no es tan sencilla, como todo en esta vida, nada es totalmente blanco ni nada totalmente negro, es la eterna diatriba entre el determinismo o la predestinación y el libre albedrío.

Si bien es cierto que en esta vida el responsable de sus decisiones es uno mismo, sin embargo incluso esto puede ponerse en duda, de ahí que en ocasiones sea un juez, asistido por peritos, quien haya de dirimir si el sujeto de una acción era responsable o no en el momento de cometerla.

Un esclavo de una plantación en el estado de Georgia o Luisiana, en la primera mitad del siglo pasado, quizás quisiera ir a la universidad, pero, «no podía», no era libre de tomar sus propias decisiones, su camino venía marcado desde su nacimiento. Ciertamente, filosóficamente, era libre, libre de no hacer caso a su amo, y era libre por ello para llevarse cuarenta latigazos o para terminar colgado de un árbol; incluso el hecho de matar a otro ser humano tampoco dependía de él si su amo quería dedicarlo por ejemplo a peleas de mandingos, en tal caso era su amo el que tomaba la decisión de que matara; lo mismo podría decirse en su tiempo de los gladiadores romanos, en su mayoría esclavos.

Si naces en un barrio pobre, te crías en un barrio pobre y adoptas lo que algunos antropólogos llaman «la cultura de la pobreza», nunca saldrás de ella.

Esa subcultura se caracteriza por la falta de previsión, vivir al día, la falta de esperanza; son los que gastan cuando tienen porque lo normal es que nunca tengan; por ejemplo, un día les llega una paga extra y en vez de ahorrar se pegan un atracón toda la familia y adiós paga.

Lo mismo del que vive en un barrio marginal y adopta la subcultura imperante, donde es lícito robar, al fin y al cabo tu lo necesitas, que lo necesite su legitimo dueño ya no es tu problema, sino de él. Son sutilezas que dentro de esa subcultura no se plantean, donde se acepta como lícita la violencia para conseguir lo que deseas, o para solucionar agravios.

Por supuesto que se puede salir, pero has de ver que existen otros modos de vida, otros caminos alternativos y que probablemente no sean los más satisfactorios.

El libre albedrío efectivamente existe, pero el ambiente, las circunstancias, limitan mucho las opciones de respuesta. Vamos siguiendo pisadas, el camino, que otros han andado antes que nosotros y es muy difícil aventurarse a salir del mismo y andar por terrenos no pisados. Todos los caminos van a Roma, pero para ir desde Alcobendas, mejor no pasar por la Coruña, que si todo el mundo tira por Valencia será porque es más corto.

De no ser así, pisar sobre pisadas previas, cada generación, e incluso cada individuo, tendría que descubrir por sí mismo el teorema de Pitágoras, las leyes de Newton, la esfericidad de la Tierra. Descubrir en pocos años lo que a la humanidad le ha llevado miles.

Por Svetlana Petrova

Socióloga