Antología de la incomunicación

Comunico a la comercializadora frecuentes interrupciones del suministro de energía eléctrica. Me proporcionan un técnico electricista que se persona en mi domicilio y constata que el origen de la avería se detecta en el exterior, en una caja de distribución enclavada en la fachada de la vivienda situada enfrente de la que han salido chispazos, según informa un vecino. El electricista nos indica que esa avería compete repararla a la compañía distribuidora, Endesa.

Ahí empieza el calvario, una auténtica odisea.

Trato infructuosamente de requerir los servicios técnicos por teléfono. Resulta inútil. Tropiezo con un obstáculo insalvable, el impenetrable bucle de un mecánico contestador automático.

Atrapado en ese círculo vicioso me siento impotente.

Consigo, tras ardua búsqueda, el correo electrónico del servicio de atención al cliente, les escribo y me responden, redirigiéndome al número que en la factura aparece en el apartado de averías.

No doy crédito. Es al que he llamado sin éxito. Aumenta el desespero.

Vuelvo a contactar con la comercializadora, y, en esta ocasión, el sagaz operador me da una solución taumatúrgica. Me facilita la palabra mágica para salir del bucle. “Agente ,agente, avería”. Llamo a la distribuidora, pronuncio esas palabras al disciplinado contestador automático, y, como el ábrete sésamo, consigo finalmente hablar con una operadora.

He vencido la bunkerización informativa.

A las dos horas acuden los técnicos y reparan la avería. Cables quemados. Riesgo de incendio, de afectación de aparatos electrodomésticos y de la actividad “on line”.

Se trata de una empresa cotizada, monopolística, aparentemente, sin canales de información.

¿Tiene implementado Compliance?

Y, a todo ello, por qué las autoridades competentes permiten esa opacidad, esa impenetrabilidad comunicativa?

José María Torras Coll

Sabadell

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