Contundente discurso.

El Rey, en su tradicional alocución navideña, de forma preclara, precisa y concisa, con serenidad y contundencia, con inequívoca firmeza, hizo un sentido y férreo alegato en defensa de la Constitución y de la cohesión y unidad de la Nación, consciente de la inquietud, de la preocupación, por la peligrosa deriva de división y crispación.

Su Majestad apeló a la fuerza de la Carta Magna, a los valores democráticos, al respeto a las instituciones, a la separación de poderes, y a la cohesión y solidaridad entre las Comunidades Autónomas.

En efecto, como enfatizó el Monarca, no podemos ni debemos permitir que el germen de la discordia se instale entre nosotros en un contexto de polarización y crispación política, como el actual.

Glosó la Ley Fundamental como instrumento que nos permite asegurar nuestro modelo de vida, nuestra forma de vivir y de entender la vida.

Subrayó que la estabilidad del sistema actual está claramente conectada con el respeto a la pluralidad y la consolidación de derechos sociales como la sanidad, la educación o la vivienda.

Apostilló, sin respeto a la Constitución no hay democracia, ni convivencia posible, no hay libertad, sino imposición, no hay ley, sino arbitrariedad.

Todos, sin excepción, debemos asumir el deber moral de construir un futuro para las jóvenes generaciones que discurra por la senda de la confianza, la estabilidad y la certidumbre, en paz y libertad.

En suma, un reconfortante compromiso de liderazgo y responsabilidad. Un aldabonazo reflexivo a la clase política.

José María Torras Coll

Sabadell

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