Apologetas de la violencia

Se ha institucionalizado el narcotráfico en el Campo de Gibraltar.

Quienes alijan grandes cantidades de droga, valiéndose de narcolanchas, embarcaciones semirrígidas equipadas con varios motores fueraborda, se dedican al tráfico de estupefacientes y de seres humanos, formando parte de estructuras mafiosas.

Las autoridades y la policía, guardia civil, vienen alertando de su incremento y de la inseguridad.

En Barbate, en la bocana del puerto gaditano, una lancha zodiac de la Guardia Civil cuando estaba prestando sus  funciones y se disponía a interceptar e identificar a una embarcación ilegal que navegaba a su antojo por el puerto guareciéndose de las adversas condiciones de la mar, tras efectuar arriesgadas maniobras evasivas, la arremetió, fue embestida, sin contemplaciones, con inusitada violencia, por una de esas narcolanchas que le pasó por encima, arrollándola, segando la vida de dos guardias civiles con pareja, esposa e hijos, otro está herido y otro, al parecer, se debate entre la vida y la muerte.

Es conmovedor y gravísimo.

Pero resulta patético, vergonzoso, bochornoso e indignante que unos energúmenos que presenciaban la secuencia, con sus móviles, filmasen el atentado mortal a los miembros de la Benemérita Institución y jaleasen, como jauría humana, a los narcotraficantes, animándoles a hundir la embarcación.

Con alta probabilidad debe tratarse de los “gorrillas” de costa, de quienes, a sueldo, avisan de la presencia de la Guardia Civil a los delincuentes.

Unos descerebrados carentes del más mínimo respeto a la autoridad, sin un ápice de empatía, sin sentimientos ni piedad. Asistimos, sin duda, a  una sociedad denigrada, enfermiza, con ejemplares de deshumanización alarmantes.

Debe ponerse coto, cuanto antes, con firmeza y determinación, con contundencia, sin tibiezas, a esa execrable lacra del narcotráfico que expande peligrosamente sus tentáculos.

Urge proveer de medios materiales adecuados, implementar los recursos humanos suficientes para fortalecer la arriesgada misión encomendada a quienes, a diario, se juegan literalmente la vida, como servidores públicos, en defensa del orden público y social, la paz, la libertad, comprometidos, con incondicional entrega, sacrificio y abnegación en la lucha sin cuartel contra el crimen organizado. Contra esas narcolanchas que navegan a altas velocidades poniendo en riesgo la seguridad marítima y que se dedican sistemáticamente a transportar droga o al tráfico de seres humanos.

Y, si fuere menester, además, modificar, endurecer, el Código Penal, para castigar con ejemplaridad tales conductas.

Nos va la preservación del Estado de derecho.

José María Torras Coll

Sabadell

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