Tras conocerse el resultado electoral, la derrota sin paliativos, del PSOE, en las elecciones locales y autonómicas, al día siguiente, el Presidente del Gobierno, orillando la Constitución Española, sin la preceptiva deliberación del Consejo de Ministros, entona, en una declaración institucional, sin admitir preguntas, entonó “el mea culpa” y anunció, unilateralmente, con precipitación, el sorpresivo adelanto electoral. Decisión tomada, tras consultar la almohada, de madrugada, disuelve las Cortes y convoca las Elecciones Generales para el día 23 de julio.

Como un jugador desesperado, se lo juega al todo o nada.

Una decisión audaz de quien se agarra a su autoconfianza, en busca de enmendar el primer plebiscito frustrado o de quien se comporta con una imperdonable temeridad.

Sea como fuere, tal decisión pretende tapar los buenos resultados del PP y evitar el agónico desgaste del partido durante los meses que aguardaban antes de la convocatoria inicial de las elecciones generales, y persigue revertir, en muy poco tiempo, la extrapolación del éxito del PP y de Vox.

Es decir, evitar una mayoría absoluta rotunda del centro derecha.

Con esa atrevida apuesta se fomentará, seguramente, sin precedentes, el voto por correo, dado el período vacacional, con muchos españoles viajando o fuera de su colegio electoral.

Una decisión de esa magnitud y trascendencia debía ser antes consultada y debatida. Pero impera el “sanchismo” presidencial. Muchos proyectos de ley quedan muertos.

Inquietud en la ejecución de los acuerdos sobre la subida salarial relativa a los Letrados de la Administración de Justicia y la actualización de las remuneraciones de Jueces y Magistrados. Leyes que se quedan en el camino, importantes, decae el cacareado Plan de Justicia 2030, el de la modernización y eficiencia de la Administración de Justicia, así como la Ley del Derecho de Defensa, etc.

Empieza el “tic tac” del reloj electoral, la cuenta atrás, y, las formaciones políticas deberán esmerarse en movilizar al electorado, especialmente en Cataluña que ha registrado cotas muy elevadas de abstención.

En el horizonte, aguarda el futuro de España en plena canícula.

Algunos pueden llevarse más que un chorro de agua fría, un tremendo sofocón.

José María Torras Coll

Sabadell