Mientras atolondrados ciudadanos, fieles e incondicionales a la cita, sucumben a la frenética orgía consumista de estas venideras fiestas navideñas, se hace público un estudio de la UNICEF que sitúa a España con la peor nota en pobreza infantil de la Unión Europea con una tasa del 28%, lo que se traduce en más de dos millones de menores de 18 años, del todo punto inaceptable.

Tremendo contraste. Unos, se entregan con frivolidad manirrota. Otros, no pueden permitirse comer carne o pescado al menos una vez cada dos días, ni fruta ni verdura diariamente. Que no cuentan con ropa, ni calzado, ni libros apropiados, que habitan muchas veces en infraviviendas, sin calefacción, que no pueden irse de vacaciones, ni realizar actividades extraescolares. Que corren el riesgo de no poder socializarse. Que están expuestos en ocasiones a las garras de las mafias de la prostitución.

Que carecen de oportunidades.

Son víctimas de una privación material y social severa que se ceba en las comunidades más vulnerables, inmigrantes, determinadas etnias, como la gitana, hogares monoparentales, usualmente de madres.

La idealizada igualdad de oportunidad está en entredicho.

La pobreza se hereda en mayor medida que la riqueza y suele persistir.

Nacer en una familia pobre condiciona el resultado escolar.

A mayor desigualdad socioeconómica de las familias, mayor tasa de abandono escolar.

El ascensor social se averió.

La cacareada meritocracia se torna quimérica.

Eso no es progreso. Es regresión social. Es una auténtica calamidad.

No debemos resignarnos.

Es preciso reaccionar sin demora con políticas comprometidas en un pacto de Estado que elimine la pobreza infantil.

Eso sí constituye una prioridad legislativa.

José María Torras Coll

Sabadell

Deja un comentario